jueves, 1 de agosto de 2013

LA ISLA


Era pequeña, regordeta y con voz meliflua. Su cometido consistía en atender por teléfono los pedidos en una pequeña empresa de comidas preparadas para llevar. Cuando no tenía nada que hacer, dibujaba idílicos paisajes en su agenda. Una mañana, su jefe la llamó para consultarle un dato sobre un pedido reciente, pero no obtuvo respuesta. Refunfuñando, se levantó y fue a buscarla a su puesto de trabajo. Donde debía estar la telefonista había una isla con exuberante vegetación.  

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