lunes, 26 de agosto de 2013

Sonríe descarado cuando oye mencionar los crímenes perpetrados por los regímenes políticos dictatoriales que tanto le hacen suspirar. Tan joven, y ya fanático terminado, irrecuperable; soberbio, sueña con perorar durante horas ante multitudes sumisas y boquiabiertas, deslumbradas por su infalible sabiduría. En las sangrientas retaguardias, los sectarios como él campan a sus anchas: inapelables justicieros. Profeta del odio, su ceguera resulta inclemente y nefasta cuando enarbola la bandera de la libertad…

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