viernes, 23 de agosto de 2013

Las imágenes de las tropelías perpetradas contra los homosexuales en Rusia ponen de manifiesto dos cosas: primera, el lamentable retroceso social de naciones que ya considerábamos civilizadas definitivamente; segunda, el ascenso al poder, votados por el pueblo, de determinados políticos energúmenos, como es el caso de Vladímir Putin. Las imágenes son absolutamente indecentes y revelan un grado de miseria moral impresentable. “Con una bestia no se puede razonar” (Séneca). Efectivamente, con esta chusma cobarde solo vale la mano dura. No vamos a convencerlos de que no tienen derecho a decidir cuáles son las orientaciones sexuales aceptables y cuáles las inaceptables. Es un error fatal pensar lo contrario, típico de los pensadores de la escuela de Bamby y de la Abeja Maya. A la vista está lo que supone no poner límites inquebrantables a la brutalidad de estos bárbaros. ¿Y con los niños? Con los niños, educación, y más educación, para crear ciudadanos dignos de ese nombre, capaces de respetar el uso que cada cual le dé a lo que tiene entre las piernas, y evitar así la proliferación de hijos de puta como los de las imágenes que nos llegan desde Rusia. En España también hay unos cuantos de estos últimos, y encima líderes de opinión, o cargos públicos. Aquí, de inquisidores, sabemos un rato…

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