martes, 6 de agosto de 2013

LA COLA


La cola para entrar en el restaurante de moda, donde los camareros trabajaban doce horas diarias sin contrato y el cocinero dormía en un mugriento jergón en la cocina, rodeaba el término municipal de la ciudad. Con el estómago lleno, los hipócritas comensales acudían a ruidosas manifestaciones y se desgañitaban reclamando el debido reconocimiento por los pisoteados derechos humanos. 

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