LA ARQUERA
Cuentan las crónicas de los historiadores más rigurosos e
independientes que en aquel planeta la Justicia era una ambiciosa arquera que dedicaba
todos sus empeños a sus dos principales pasiones: la primera, la caza menor; la
segunda, ofrecer sus encantos a los grandes depredadores, a cambio de sustanciosos
beneficios de diversa índole. Si un pobre conejo robaba cuatro zanahorias para alimentar
a su prole hambrienta, la Justicia, sin dudarlo un segundo, cogía de su carcaj una
de sus flechas más devastadoras, la montaba en su arco, y, sin piedad, ensartaba
al desesperado padre de familia como al más peligroso de los delincuentes. Ahora
bien, si un león chulesco y descarado le guiñaba un ojo, la Justicia acudía inmediatamente
a postrarse a sus pies babeando como la más vulgar de las rameras. Al
principio, cuentan historiadores de probada solvencia, la Justicia llevaba una
venda en los ojos, pero pronto la perdió en una desenfrenada orgía con lobos y hienas…
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